Felicity Bentley-Taylor
Edith Vilamajo y Felicity Bentley-Taylor (Mentoras de muchos y muchas)
Ver y estar con estas dos hermosas mujeres ha sido un regalo adelantado de cumpleaños en Marzo. Ha sido un regalo para atesorar en el corazón. En este corazón que ambas han dejado ardiendo y refrescado.
Es en este diario de mi jardín (Medium), jardín de mi vida que quería únicamente dejar una entrada sobre esta visita y tiempo con Felicity Bentley-Taylor. Sus palabras y gestos siguen resonando y resonando en mí.
Quienes conocen a Felicity estarán de acuerdo conmigo que Felicity es una mujer preciosa, su vida tiene ese brillo que irradia naturalmente, ese brillo que brota tan brillante por su auténtica humildad. Su vida está empapada de las Escrituras y eso se escucha en su sabiduría, historias y reflexiones. Felicity tiene esa elegante gracia, la elegante gracia de una mujer que está viviendo en plenitud con su Señor, el Señor de su vida, su llamado e historia.
No todo los días la fragancia de la presencia de Dios se respira tan bien, tan vivamente y extraordinariamente al punto que te quiebra en lágrimas. Descubrí que la cocina y sala de Felicity están impregnadas de esa fragancia, esa fragancia tan única de la presencia de Dios. Desde el primer momento que entré, mi corazón fue desbaratado. Pero en realidad no es su casa, cocina o sala, es su vida la que tiene esa fragancia.
Yo era niña de 6 años, cuando ví por primera vez (en una foto en nuestra cocina) a Felicity. Tenía un vestido turquesa/celeste puesto, había algo único en esa foto. Mi mamá me vió muchas veces viendo esa foto que estaba en nuestra refrigeradora. Y cada vez que veía la foto, mi mamá me decía: “Esa foto es de la boda de Felicity”. Yo pensaba: ¿pero por qué turquesa su vestido de novia, no debería ser blanco?. Esta semana le conté a Felicity sobre esa foto y me dijo: “si, turquesa fue el color de mi vestido para mi boda. Una amiga de Bolivia me lo dió, lo había hecho para mí, para la boda, fue un regalo espontáneo de ella, así que llegué a Inglaterra con mi vestido de novia”. Ese gesto de ambas (de la amiga de Bolivia y de Felicity) me pareció lindo y único. Un gesto de ambas que dice más que solo el hecho de dar, recibir y usar un regalo.
No fue solo su vestido color turquesa lo que me cautivó cuando era una niña, fue algo en su semblante, en su mirada y sonrisa. Recuerdo que mi mamá me hablaba de ella, mi mamá la conoció en Ecuador, en un evento de la CIEE (IFES América Latina) cuando mi mamá aún era soltera, mi papás llegaron a ese evento cuando eran novios. Algunos años después llegó a Guatemala, yo no la recuerdo seguramente era muy pequeña o aún bebé pero mis papás si la recuerdan tan bien. Y estoy segura que otros también.
Para los que no conocen o escuchado de Felicity. Felicity ha sido un referente como mujer pionera de la CIEE (IFES América Latina) especialmente en Chile (ella fue una de las pioneras en este país) y en Bolivia también una o quizás la pionera/fundadora de la obra estudiantil en Bolivia. Crecí escuchando historias de Felicity siendo niña, aún siendo estudiante y obrera en GEU seguí escuchando de ella y hasta la fecha sigo escuchando. Su llegada a América Latina en los ´60 no solo tuvo un tangible impacto en países como Chile y Bolivia, su llegada y presencia en América Latina ha tenido un eco hasta hoy y diría que la fragancia de la presencia de Dios ha sido dispersa por otros países de América Latina a través de mujeres como Felicity Bentley-Taylor.
Hay vida de mujeres que han caminado antes de nosotros la tierra y la han arado con manos diligentes, sencillas y amorosas. Han sembrado la semilla del evangelio de rodillas, en oración, en obediencia y algunas veces hasta con sufrimiento. Hay frutos hoy, que por la gracia de Dios han madurado y ahora se saborean, pero me atrevería a decir que muchos de esos frutos fueron sembrado por mujeres como Felicity.
Es tanto lo que nos queda por aprender de mujeres como Felicity, cuanto más debemos de reconocer en humildad para imitar su ejemplo. Y cuanto más deberíamos contar sobre sus historias, esta nueva generación de mujeres y hombres disfrutaría percibir esa fragancia de Dios a través de historias de vida como la de ella.
En la cocina de Felicity leí en español:
“pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas;
levantarán el vuelo como las águilas,
correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán” Isaias 40:31
Felicity tiene 90 años, sigue confiando plenamente en el Señor, sus fuerzas se renuevan y su vuelo es como el de una águila.
Esta promesa de Isaías está viva en Felicity, esta promesa es real, yo la ví.
Marzo, 2024.