Sin invitación llegó el invierno

Ruth Rodas
3 min readSep 2, 2019

Escrito en mi diario en Septiembre 2016

Tres años, de primavera en invierno.

En Septiembre 2014, el invierno que vivía, tenía un un poco más de un año de haber llegado. Fue en el 2014 cuando se volvió un invierno insolente. La neblina se volvió densa, aún en la luz más clara y cálida de la mañana.

El dolor que aprieta en el pecho, se convirtió en el viento helado que se levanta y entra sin anunciarse a marchitar y empobrecer todo ser. El lamento que busca ser escuchado con un grito mudo y un llanto ahogador, se conviertieron en esa escarcha fría y tiesa que cubre cualquier superficie que encuentra a su marcha. La tristeza permanente, se conviertió en la baja temperatura que encuentra hogar en cada rincón.

Septiembre del 2014, fue el invierno más crudo y frío registrado en la historia de mi vida, en la historia de los Rodas. Ni aquel frío vivido en Enero a mis 14 años, en Alameda del Valle, en la Sierra Norte de Madrid me hizo sentir, lo que este invierno trajó.

A inicios del 2014, la temperatura era fría pero soportable. Teníamos mañanas llenas de calorcito que avivan las alegrías. Pero, desde una mañana de abril que amanecimos con nauseas, la temperatura empezó a bajar. Nunca los imaginamos que esas naúseas y pasos torpes al caminar eran el anunció del insoportable invierno.

Las bajas temperaturas aumentaron desde que en ese mismo año en Mayo recibimos nuevas noticias del oncológo. Aún recuerdo, salir de la clínica sólo con mi papá y llorar con él todo el trayecto hasta la casa.

Al entrar llevabamos el invierno impregnado, y enfriamos la casa. Fuimos a la habitación de mi mamá. Allí donde el invierno para ella nunca llegó. Había luz de primavera.

Esa noche, nos sentamos todos en la mesa. La abuelita Celia, mi tía Mita, mi papá, mi mamá y yo. Sin decir nosotros nada, mi mamá ya sabía todo.

Nos vió y con la sonrisa más hermosa que recuerdo de ella nos dijo: “ Me duele porque se que será triste para ustedes, y no quisiera nunca verlos así. Pero por mi no lloren, estoy lista para emprender el último viaje y el más extraordinario de todos. Estoy lista para el encuentro con mi Señor”.

¡Qué convicción, qué certeza de saber que llegaba a meta cumplida!

Aún así…

Despedir a mi madre, ha sido el invierno más devastador que he vivido. Mi corazón se paralizó por un escarchado dolor. El sufrimiento enmudeció mi mente, mi corazón. Este invierno que llegó, sin invitación no sabía como volverlo mío y aún más difícil darle la bienvenida.

¿Con qué cubrirme y arroparme el corazón escarchado de dolor ante la despedida de mi madre?

¿Qué puede nacer entre escarchas y vientos refrigerados?

Su certeza y seguridad fueron y son una primavera que siempre trajó el calorcito que nos ha arrapado en este invierno.

De Mayo a Septiembre del 2014, es un relato de vida que aún me cuesta articular con palabras. Fuimos provistos de equipaje para soportar este invierno, aún no sé como tantos nos arroparon y avivaron el calor de la paz. Ella se dedico a encender la esperanza en cada rincón de nuestros corazones y en nuestro hogar.

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Written by Ruth Rodas

La narrativa del diario de mi jardín siembra y recoge historias de una primavera crecida en invierno.

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