Soy una guatemalteca morena ¿Puedo confiar en la policía?
Al leer y ver la noticia de Victoria Salazar, una mujer migrante salvadoreña en México, las ganas de gritar con coraje se quedan cortas y limitadas para reclamar por justicia.
Latinomérica, una región que los reportes internacionales dicen: Ser mujer es peligroso
Alguien este año escribió: “No alcanzaría la piel de mi cuerpo para escribir los nombres de cada femicidio que sucede al año en América Latina”. De acuerdo con las últimas estadísticas de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe, 4.600 mujeres fueron víctimas fatales de crímenes machistas en 2019, lo que representó un alza del 17% en relación con 2018. Los problemas se agravaron sustancialmente en 2020 como consecuencia de la pandemia y el confinamiento.
Y si de números hablamos, Brasil y México llevan la delantera regional, de acuerdo con estadísticas de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal). No obstante, El Salvador, Honduras, Bolivia y Guatemala se llevan los deshonrosos primeros puestos en el ranking de las tasas más altas por cada 100.000 habitantes. En Guatemala, mi país según el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), durante los primeros dos meses del año 2021 se registraron 80 muertes de mujeres por atacantes que utilizaron arma de fuego y armas blancas.
Pero, no solo la intimidad del hogar, la mafía o delicuencia representa amenaza para la mujer latinoamericana también representa una amenaza la institución de control social que está en primera linea del sistema de justicia penal, la policia. Sí, los agentes de policia se convierten en una amenaza, y esto es no es asunto nuevo, es histórico y silenciado.
La policía, es la institución que se enfrenta en primer lugar a dónde ocurre un problema o dónde la paz y seguridad es requerida. En la mayoria de países es el único servicio al alcance y con disponibilidad de día y noche. Y es la instituticón que tiene la capacidad de usar la fuerza para terminar una agresión. En pocas palabras, la policia para una mujer tiene la fuerza de ofrecerle paz y el comienzo para lograr justicia.
La voz de la policia tiene el rol de apoyar las instancias que procuran la justicia y así permitir la seguridad a las mujeres que han recurrido en ayuda o se han dejado ayudar por la policia. No hay duda que pueda tener entonces un impacto en el desarrollo de un acto de violencia o la prevención de futuros.
Pero, un momento ¿qué sucede cuando es esta institución la que violenta hasta terminar con la vida de una mujer?.
El 27 de Marzo, 4 policias de Tulum (una ciudad del estado mexicano de Quintana Roo) detuvieron a Victoria Salazar sobre la Avenida La selva, en presunto estado de ebriedad. Los agentes la sometieron violentamente, la esposaron y la tiraron al suelo. Con la rodilla de uno de los agentes evitaron que gritará, minutos después Victoria perdió la vida. Sin respetar protocolo, una segunda unidad tomo su cuerpo.
¿Nó te arde el coraje, al leer esto?, cuanta impotencia y dolor para la familia de Victoria, pero cuanto coraje como mujer latinomericana me provoca.
Al leer esta noticia recorde esto:
La policia con una orden de detención con las características de: “Ruth Rodas”
“Recibimos una llamada, describiendo a una mujer con sus características. Debe acompañarnos ”. Esto fue lo que dos policias hace quizás tres años me dijeron mientras estaba en la Zona 7 de la ciudad de Guatemala. Ese día iba en el carro con mi papá y nos detuvimos frente a una casa que conociamos que vendía helados caseros de frutas. Mi papá estaba esperandome en el carro, mientras yo estaba enfrente del balcón de la casa esperando que me despacharan dos helados. Mientras esperaba de pie por los helados, una motocicleta con dos policias se detuvo a unos metros de la casa.
Los dos policias se acercaron y señalandome dijieron: “Debe acompañarnos a comisaria porque recibimos la llamada dienciendo que usted está alterando el orden en esta calle”. La señora mayor que vendía helados se quedo seria y con una voz fuerte dijo: “Esta señorita no esta haciendo nada”. Yo misma respondí: “¿Qué?, solo estoy comprando dos helados” (Yo estaba confundida y en medio de mi ingenuidad actúe pasivamente). Los policias hicieron caso omiso a lo que tratamos de explicar con la señora, a punto de poner sus manos sobre mí, cuando mi papá quién estaba viendo todo desde el retrovisor del carro, se bajó del carro y preguntó: “Buenas tardes señores, ¿qué pasa?”.- los policias volvieron a decir lo que nos habían dicho antes, ellos no se habían percatado antes de la cercanía de mi papá, así frescamente dijeron que habían recibido una llamada diciendo que yo estaba alterando el orden de la calle.
Cada vez que recuerdo esto, me pongo a pensar que hubiera sido si en este momento mi papá no hubiera estado allí. Y no hubiera dicho esto: “No sé que tipo de llamada recibieron, pero a la mujer que está intentando detener es mi hija Ruth María, yo soy el padre. Podrían darme sus nombres, quisiera saber el nombre de los dos y voy a comunicarme a su comisaría. ¿Cual es el nombre de su supervisor? . A los dos policias se les salían los ojos y dijeron: “Disculpe las molestias”. Y en cuestión de cinco segundos ya estaban en la moto y había desaparecido.
La señora de los helados no salía del asombro, recuerdo que me dijo: ¿Se siente bien nena?, yo seguía con esa lenta confusión y mi papá estaba con la sangre hirviendo. Conforme pasaron las horas, asimilé, me entró una rabia y las escamas de la ingenuidad en mi cabeza se desmoronaron.Desde ese día, ví a los agentes de policia como una amenaza, solo por el hecho de ser mujer guatemalteca.
¿Que hubiera sido si mi papá no hubiera estado allí, como un vigilante y protector?
La figura de mi papá esta vez me salvó, literalmente me salvó, pero no va ser siempre así. Y tampoco quiero depender de una figura masculina para estar segura, y más si lo que hago es comprar helados en pleno día. Y más segura estoy aún que ninguna mujer quiere esto. Una mujer sola o acompañada por otra mujer corre el mismo riesgo que yo corrí. Todas lo corremos y más lamentable aún no se cuentan con medios confiables para responsabilizar una amenaza de un agente o varios agentes, una así como la que yo vivi.
Victoria Salazar no tuvo una voz o figura “masculina” que haya detenido la amenaza que la policia le lanzó violentamente. Su voz como mujer tampoco representó ser el medio para garantizar su supervivencia ante la violencia o el recurso confiable para alcanzar seguridad fisica a su cuerpo, a su vida. Su voz fue ahogada por el poder de la institución que debió garantizar que su vida no terminará siendo asfixiciada.
De ahí que el poder policial orientado a la prevención y atención de la violencia contra las mujeres se convierta en una de las tantas amenazas que mujeres latinomaericanas viven, vivimos a diario.
¿Pero, por qué el poder policial respondé así?
La policia mexicana como la gualtemalteca, (y no descartaría la de otros países de Latinoamerica también) hacen prevalecer esta amenaza no solo porque estan conformadas en su mayoria por hombres. Sino también por lo que el Instituto para la seguridad y democracia mexicana dice: “ Es más bien la fuerza y vigencia de ese orden policial que sigue seleccionando y socializando a hombres y mujeres bajo estándares obsoletos, entrenados en academias que siguen priorizando una visión y formación militar y luego empleados en los diversos espacio insulares e hipermasculinos de las instituciones policiales cuya historia, estructuras y políticas están sumamente permeadas por prejuicios contra las mujeres” .
Hoy se les acusa no únicamente en México sino en otras partes de la región de que sus agentes masculinos son generadores de violencia contra las mujeres. Un dato relevante sobre esto último es el que brinda Aministía Internacional en su Informe Sobrevivir a la Muerte, publicado en 2016, donde de 100 mujeres entrevistadas tras su detención, 33 de ellas denunciaron haber sido violadas durante el arresto, principalmente por parte de la Marina, policías municipales y policías estatales; 72% dijo que sufrió manoseo y también se señala su fraternización con las personas generadoras de violencia.
La actuación policial que hoy salta a la luz por Victoria Salazar es un reflejo, un espejo del entorno social donde la mujer latinoamericana vive y se mueve. Dónde su integridad física, mental y emocional vive en constante peligro y más aún si su tez morena o sus rasgos etnicos revelan su identidad.
La profesora de la Universidad Guadalajara, María Surez dice: “En ese sentido, las instituciones policiales y sus agentes deben contar con mecanismos e instrumentos especializados para brindar servicios policiales -efectivos y diferenciados por niveles de actuación- que respondan y sean pieza clave de un modelo de atención integral a la violencia contra las mujeres impulsado por el Estado. Esto nos coloca ante el inmenso desafío de promover en las instituciones policiales cambios de comportamiento y prácticas favorables a los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género, poniendo énfasis en nuevos criterios de atención que garanticen la no discriminación.”
Mientras el análisis de academicos llega a estas instituciones policiales, un mensaje de parte nuestra de cero tolerancia puede jugar un papel central en la visibilización de este flagelo.
Este malestar deberíamos de visibilizarlo hoy más que nunca y también debería ser el que nos convoque. Hoy más que nunca hombre, mujer y todo aquel que crea en que un espacio seguro en la casa, en la calle, en los centros de trabajo, estudio debe ser la norma que rige.
La búsqueda de justicia para Victoria Salazar, simboliza la condena ante esta violencia y amenaza de inseguridad. En este proceso la policia no solo debe ser espectadora, juzgada o causante, debe transformarse a lo que es, la instancia en primer plano para acudir y responder por la vida de cada mujer latinoamericana. Al menos que este primer plano de acceso a la justicia, sea seguro cuando otra mujer latinoamericana vuelva a gritar por hacer prevalecer su derecho a vivir.
¡Yo también digo: Justicia para Victoria Salazar!